Donde está el árbol de muñones que no canta[1]
En el
que St2 y Anyina tiran valiosas horas de su vida leyendo un libro sin sentido y
acaban perdiendo un 15% de fe en la humanidad y un 60% de fe en la literatura
actual.
Laura Gallego, ganadora del Premio Nacional de
Literatura Juvenil 2012, ha conseguido con su libro Donde los árboles cantan hacer llegar un mensaje ecologista a los
jóvenes. La historia tiene varios aciertos, e intenta crear una unidad cíclica
y metaliteraria entre el final y el resto de la novela recurriendo a la figura
del juglar Oki.
La lectura de este libro se ve dificultada, sin
embargo, por las numerosas faltas de puntuación, acentuación y semántica que
salpican el texto, así como sus múltiples erratas. Algunos ejemplos serían la
colocación inadecuada de comas entre sujeto y predicado, utilización aleatoria
del punto y coma, confusiones de vocabulario, entre otros. Por mencionar un
ejemplo jocoso; al principio del quinto capítulo, Laura nos obsequia con la
siguiente frase: «Pero ella [Viana] ya sabía leer las señales ocultas que el
bosque revelaba solo a los observadores más avisados.»;
intuimos que la palabra que buscaba era «avezados».
Con respecto a la ambientación, Donde los árboles cantan pretende claramente
situar la escena en una época de corte medieval. No lo consigue. Las escenas de
la corte no resultan verosímiles: las interacciones de los personajes con el
rey son poco creíbles, la figura de los nobles en el marco social de la novela
peca de una ingenuidad que rebasa el infantilismo. La cultura de los distintos
pueblos, tanto los nortianos como los bárbaros, no está construida. Además, se
observa un marcado parecido entre los nombres de castillos, ríos, montañas,
etc. y los que se usan en Juego de Tronos
(Rocagrís-Rocadragón, Torrespino-Torresombría, Piedrafría-Piedracaída,
Monteferro-Colinacuerno…).
Los espacios están mal construidos, las
descripciones son planas, carecen de una selección de elementos adecuada y
resultan poco creíbles. Esta circunstancia da lugar a incoherencias del calibre
de que en una torre de un castillo puedas levantar una piedra del suelo para
esconder una caja, o que Viana se ponga morena por pasar el invierno viviendo
en un bosque «impenetrable». True story.
La voz narrativa nunca se calla. No es que no
sepa jugar con los silencios, es que ni siquiera parece conocer su existencia.
Cada vez que Viana toma una decisión, el narrador ofrece un discurso
pormenorizado de los motivos, alternativas, consecuencias, implicaciones
morales (o estéticas, true story) de
la opción elegida. La autora intenta que la voz narrativa adopte un lenguaje
arcaico que apoye la ambientación medieval de la historia, pero su fracaso es
tan estrepitoso como en el caso de la propia ambientación: presencia de
coloquialismos, prosa forzada, fallos semánticos…
Siguiendo con el paralelismo establecido con Juego de Tronos, cabe mencionar las
similitudes físicas, circunstanciales y de carácter entre Viana y Sansa, si
bien el conflicto inicial en que se encuentra la primera se parece en ciertos
aspectos al de Daenerys (matrimonio con un bárbaro de las llanur… es decir, de
las estepas). Esto en principio no tendría por qué suponer mayor problema, no
obstante, la evolución del personaje de Viana resulta demasiado accidentada y
poco creíble, nada que ver en este sentido con el universo de G.R.R. Martin,
que si bien peca de otras cosas, esta no es una de ellas.
El personaje de Uri resulta sencillamente
inabordable. Es un árbol que, nadie sabe muy bien cómo ni por qué, se
transforma en humano, el pelo le cambia de color con las estaciones, en
invierno vuelve a transformarse en árbol, y así se queda, pero no sin antes
dejar embarazada a Viana, que tiene mellizos. En serio. Es-un-árbol.
Se agradece el intento de crearle una voz
reconocible a Lobo, con las anécdotas sobre cómo perdió la oreja y el lenguaje
vulgar, aunque resulta ser un personaje estereotipado (figura del maestro). El
resto del reparto tiene una participación puramente anecdótica, y resultan
igualmente planos: los bárbaros son muy bárbaros y malos, Belicia es la amiga
escandalosa, Robian es el novio decepcionante…
Uno de los mayores problemas de base de la
novela es la falta de objetivo del personaje. Durante la primera mitad, Viana
va dando tumbos por la historia, ignorando sistemáticamente las múltiples llamadas
a la aventura, y no llega a entrar en el mundo mítico hasta casi la mitad del
libro. El personaje adquiere finalmente un objetivo (matar al rey Harak) casi
por casualidad y por iniciativa ajena, y no parece ser un objetivo especialmente
importante para ella, dado que prioriza muchas otras cosas por encima de este
(como ir a buscar las joyas de su madre, por ejemplo).
La novela carece de unidad narrativa, así como
de un trasfondo reconocible. Se observa claramente que se trata de dos historias
inconexas en su origen, que se han visto posteriormente unidas a la fuerza. Si
se consideran las dos partes por separado, se puede llevar a cabo un análisis
típico del viaje del héroe, aunque la segunda parte muestra algunos problemas
de consistencia, ya que la protagonista se empeña una y otra vez en ignorar su
objetivo e intentar escapar del mundo mítico.
No podemos olvidar las múltiples incoherencias
que salpican la obra, como el hecho de que el Gran Bosque sea un lugar
inhóspito, espeso e infranqueable por el que, no obstante, todos los personajes
se pasean como Pedro por su casa: ninguno tiene precisamente que abrirse camino
entre la maleza a golpe de machete. Sin embargo, hay muchas más, a cual más
hilarante:
-Harak estuvo aquí: ¡los bárbaros ya habían llegado al corazón del
bosque! De alguna forma se colaron en el reino, inadvertidos, y comenzaron a
sacar barriles y barriles de savia mágica. Insistimos: sin que nadie los viera.
Luego hicieron todo el camino de vuelta a las estepas, se untaron y volvieron a
Nortia a luchar. Sin embargo, parece que les dé reparo introducirse en el
bosque a buscar a los rebeldes; pero, claro, son señores de la guerra que dejan
sus murallas desprotegidas: no se les puede pedir más.
-Me llamo Bárbol, urrarrum: Uri es un árbol
joven, de acuerdo, pero ¿en cuántos años reales se traduce eso? Porque se
convierte en un muchacho adolescente con la mentalidad de un niño pequeño
(circunstancia, por otra parte, que no le impide terminar manteniendo
relaciones sexuales con la protagonista).
-Medievax. Hola, soy tu
menstruación: cuando Viana va a rescatar a la
joven reina Analisa, su madre le informa de que la niña ya ha sido visitada por
la «doncella de rojo». Cómo ha terminado este icono popular, de origen
publicitario muy reciente, en una novela de corte medieval es algo que no nos
explicamos.
-Soy un cerdo decente, ¡no-un-puma![2]:
Viana, que es una avisada
cazadora, acecha en determinado momento a un jabato solitario (Laura Gallego no
debe de haber muchos documentales de la 2). Nuestra protagonista le acierta con
una flecha en una pata, y el animal, ciego de rabia, corre hacia ella para
atacarla; de alguna forma, Viana dispara otra flecha, que se clava en esta
ocasión «en un punto vital», con lo que el jabato cae muerto. Nos preguntamos
cuál fue el salto del puma de este infortunado Pumba, para que una flecha disparada
desde arriba se le fuera a clavar en pleno abdomen.
En conclusión, y por no alargarnos más, nos
resultan incomprensibles, como escritoras y como lectoras, los motivos que hayan
podido llevar al jurado de un Premio Nacional de Literatura a conceder el
galardón a tan bárbara novela.
[1] Vuelta de paseo, Poeta en Nueva
York, Federico García Lorca.
[2] Pumba, El Rey León.
St2 y Anyina