domingo, 3 de febrero de 2013

Relato de El Niño Melocotón


ME ENCONTRÉ TU SOMBRA

Cariño, hoy me he encontrado tu sombra.

Desperté anoche de madrugada, entre sábanas frías como rocío. Siluetas de espectros sitiaban la cama, y en la oscuridad creí imaginar una presencia. Sobrecogido, traté de convocar al sueño bajo mis sienes...

Pero a la mañana he descubierto que no fantaseaba. Lo he vuelto a ver con los ojos despejados: ahí, al pie de la cama, estabas tú. O más bien una parte de ti. Tu sombra, amor, igual que una silueta recortada en papel sobre el suelo, o una capa de lluvia olvidada. Tu sombra.

La he contemplado en el espejo mientras me afeitaba, temeroso a un tiempo de verla y de perderla. Y cuando he salido de la alcoba me ha seguido, deslizándose en silencio. Antes de salir a la calle se me ha acercado y sus dedos - los tuyos - una caricia sobre los míos, me han abrochado la americana.

Hacia aire, un aire de frío y luz que traía tu perfume. Tu sombra, compañera callada, me perseguía por las calles, y en la escalinata del templo se me ha arrimado dulce como un remolino de hojas secas. Cada cirio de la casa de Dios era su corazón palpitante. Tú corazón enamorado, como antes, como siempre.

De vuelta a casa me ha sorprendido la visita de nuestra pequeña, ya toda una mujer, una madre.

¡Cómo corre el tiempo! Me ha dicho que no quería que estuviera sólo en un día tan especial como éste. Viendo correr a nuestros nietos por las habitaciones como avecillas cantoras, y a tu sombra zigzaguear alegre tras sus risas, le he respondido que jamás he estado sólo.

¡Qué felicidad ver la mesa de la cocina otra vez llena, los álbumes desempolvados, los recuerdos revividos! Tu sombra nos alumbraba, invisible, desde cada rincón. Nuestro nieto más pequeño ha señalado una foto tuya de niña, queriendo saber quién eras, y yo le he contestado con la voz temblorosa: hijo, ésta fue la raíz de tu vida, y la más hermosa flor de la mía.

Al caer la tarde las aves cantoras regresaron a sus nidos, tras un beso, un abrazo y la promesa de volver pronto. Los contemplé marchar desde la puerta, y después reparé en que tu adorada silueta seguía junto a mí, bajo aquellas últimas luces…

En ese momento te vi, como resuelta bailarina, seguir la caída del Sol con tu movimiento. Y tu sombra saltó dentro de la mía, se sumergió en mí. Tu sombra, mi sombra, se hicieron una.

Y entonces, en un arrebato, tomé papel y te escribí esta carta con el corazón encendido de pasión, como aquellas que te escribía hace tantos años. Y aunque donde estás no hay correo, sé que la leerás desde allí. Allí, amor mío, donde nuestras sombras esperan encontrarse un día, donde nadie las separará nunca más.

Siempre tuyo,
Tu esposo,
en el día de nuestro aniversario.

El Niño Melocotón

2 comentarios:

  1. NM sé que llego un poco tarde para comentar esto. Pero es precioso *.* En serio. Me ha parecido muuuy emotivo y la forma en la que está escrito transmite mucho. Me ha encantado.

    Mar.

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  2. Yo no digo que ma haya encantado. Digo que me he enamorado. Haces casi tanto daño como Disney.

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