jueves, 13 de junio de 2013

Algunas noches por El niño Melocotón



A veces hay noches difíciles.

Sábado. La plaza a media noche. El suelo mojado es como un espejo y la multi está llena de gente. ¿Pasas a comprar tú, que yo todavía no tengo los dieciocho? La bolsa cuelga junto a tu pierna, las asas se te clavan en los dedos. El sonido del cristal al entrechocar. Camino del botellón, chicas de catorce años que aparentan veinticinco. Arregladas como si fueran de boda. Para emborracharse. Trémula luz la del parquecillo: todo está medio en sombra. Corros en torno a las botellas como si adoráramos a un tótem. Se habla del fútbol, de quién se ha liado con quién, del ciego que me voy a pillar, tío. Huele a porro. Hace frío. Y tú estás ahí en medio, sentado en el césped sucio. Pensando. Siete mil millones de personas en el mundo. Twitter y whatsapp…

Y aun así, pensando que te sientes solo.

A veces hay noches difíciles. Noches en las que saliste a pasarlo bien, pero no me preguntes por qué acabas así: sentado en una isla. Mirando las cosas, la vida. La vida y la muerte. ¿A ti de qué te habla todo esto? Porque a mí, del vacío. De cómo nos consumimos en la mediocridad. Nosotros, que somos el futuro. No más horizonte que el fin de semana, que el alcohol. ¿Creéis que sois inmortales? Somos breves como nubes, pero eso sólo lo ves tú…

Las sombras se extienden. Botellas rotas por el suelo. El silencio. En una esquina oscura alguien está vomitando. Y te parece que el mundo se derrumbara y nosotros con él…

Sí, a veces hay noches duras. Noches en las que acabas tirando tu vaso al césped mojado del parquecillo, y te tumbas ahí mismo y te sientes vencido. Y entonces miras las hojas de los árboles que se mueven al viento y las estrellas dispersas como lágrimas de un dios. Creadoras de la materia de  la que está hecho todo, también tú. Y sabes que ahí seguirán dentro de un millón de años, y sólo así encuentras un poco de paz…

Si para ti no hay noches así, entonces no lo entenderás. No entenderás por qué escribo.

Escribo por eso, es la verdad. No para lucirme: para luchar contra este vacío. Esta nada. Para sentir en los dedos ese fuego primordial, el de las estrellas que nos crearon. O por lo menos eso intento. Porque es mi única respuesta, la única manera en la que sé seguir con esto. Vivir.

A veces hay noches difíciles. En las que sólo la belleza nos salva.



El niño melocotón

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